viernes, 16 de julio de 2010

Capitulo II -Creo que ya no estamos en Kansas-





Michael abrió los ojos lentamente.




El dolor en su pecho casi había desaparecido, pero sentía la cabeza pesada y su cuerpo se encontraba muy cansado.



Se llevó la mano al rostro y se sorprendió de no hallar una mascarilla de oxígeno o algo así, ya que suponía que con lo que había pasado se encontraría en un hospital.



-Quizá no fue necesario.- Pensó para sí. Comenzó a incorporarse, se sentía lo suficientemente fuerte como para intentar levantarse.



De pronto se oyó que tocaban a la puerta de aquella sombría habitación en la que apenas y había reparado. Iba a responder a aquel llamado, cuando la puerta se abrió y Rebbie se asomó por ella.



-Buenos días, dormilón.- le saludó con voz cantarina y una amplia sonrisa.



-¿Rebbie?- Exclamó, Michael, sorprendido.- ¿Qué haces aquí?-



La mujer hizo un gesto de extrañeza para luego soltar una breve risita.



-Entiendo, fue una noche difícil, ¿eh?- dijo ella, mirando hacia uno de los rincones de la habitación.- No deberías exigirte tanto y más ahora durante las vacaciones. Levántate ya, el que te hayas desvelado no significa que te pasarás todo el día en la cama, ¡y apresúrate, por que si no te quedarás sin desayuno!- Gritó, cerrando la puerta.



Michael estaba muy intrigado, no solo por la presencia de su hermana mayor en ese lugar, sino también por su actitud. Miró hacia aquel rincón al que ella había echado un vistazo, pero la habitación se hallaba semi en penumbras, miró hacia un lado, a donde se hallaba una ventana con la cortina cerrada, de inmediato se puso de pie y corrió la cortina para que entrara la luz del sol.



Al iluminarse más la habitación, y tras el hecho de que sus ojos se acostumbraran a los rayos del sol, pudo apreciar mejor aquel inmueble. Se trataba de una habitación mediana, de poco mobiliario, en aquel rincón al que Rebbie miró, se encontraba un escritorio sencillo, cubierto de libros, libretas y notas, con una pequeña lámpara, similar a las que se encuentran en las mesas de las bibliotecas, además, había una cafetera eléctrica y una taza, ambas vacías.



Miró al resto de la habitación, la cama de dónde se había levantado, era una pieza individual a la que solo le hacía compañía una pequeña mesita de noche, frente a la cama, al otro extremo de la habitación, se encontraba un librero alto y grueso, atiborrado de diferentes libros, junto al librero, en una pequeña mesita, se encontraba un tocadiscos y junto a este algunos cuantos LP’s. Michael se acercó primero al librero, con curiosidad.



-El que vive aquí debe ser un genio.- Murmuró, mirando aquellos títulos, la gran mayoría eran de física cuántica, algebra y matemáticas avanzadas.
Después se acercó a los LP’s, todos eran de excelentes filarmónicas interpretando a los grandes clásicos, títulos que él conocía muy bien, pero eso era todo, al parecer, la persona que habitaba ese cuarto no conocía o no se interesaba por otro tipo de música.



-Bueno, ahora me gustaría saber por qué estoy aquí, es decir… ¿por qué estamos aquí?-
Pero el hilo de sus pensamientos fue interrumpido abruptamente, por otro grito proveniente de fuera.



-¡Ay, ya Randy, en serio, sigue así y le diré a papá!-



-¿Sólo por eso te enojas? Ahí está ya, ten.-



Al escuchar el nombre de Randy y reconocer la voz de este y la de Janet, su interlocutora; Michael abrió la puerta y se asomó tímidamente por ella, atreviéndose a echar un vistazo.



-¡Buu!- Exclamó Janet, apareciendo abruptamente ante su cara y haciendo que Michael diera un paso hacia atrás.- ¡No falla!- Dijo riendo.- ¿Todavía sigues en pijama? Date prisa que ya está el desayuno.-



Michael, aun más confundido, se acercó un poco a ella y le dijo en un susurro.



-Janet… no entiendo… ¿Qué ocurre aquí? ¿Dónde estamos?-



La chica miró a su hermano con extrañeza, como si en lugar de ser él, estuviera tratando con un bicho rarísimo que se había encontrado de repente.



-Estamos en casa y ocurre que ya son más de las diez y nadie ha bajado a desayunar, ¿qué te pasa? ¡No me digas! ¡¿Pasaste la noche estudiando otra vez?!-



Michael dio otro paso hacia atrás, se hallaba realmente confundido.



-¡Michael, Michael, Michael! ¿Cuándo vas a entender qué las vacaciones son, precisamente, para olvidarse de los libros? ¡Por favor! ¡Si vas a desvelarte que sea en una disco o viendo la tele, no con la nariz metida en tus libros de álgebra!-



-¿Q… qué? ¿C….cómo?- Balbuceo Michael, con los ojos desmesuradamente abiertos por lo que escuchaba.



-¡Ay, Janet! Le pides peras al olmo, este no deja de estudiar ni por que su vida dependa de eso.- Dijo Randy, llegando a un lado de su hermana; después, empezó a mover la nariz, como si percibiera un aroma.- ¡¡Genial!! ¡¡Mamá está haciendo wafles!!- Exclamó y salió corriendo, seguido de cerca por Janet, que lo jaloneaba para atrasarlo mientras gritaban ambos como locos.



Michael, aferrado a la puerta de madera de la habitación, miraba a los dos chiquillos en su retirada. Todo esto era demasiado extraño, ahora entendía menos lo que estaba pasando. Le parecía que le estaban jugando una broma muy rara, como si se hubieran confabulado para hacerle pasar un mal rato.



-¿Qué haces ahí, ratón?- Dijo una voz cercana. Michael, aun resguardándose un poco con la puerta, miró y vio a Marlon frente a él.



-Marlon… por favor, explícame qué está sucediendo… ¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí?-



-¿Ya te vas a poner filosófico tan temprano?- Replicó el chico, rascándose la cabeza y mirándolo con un gesto de extrañeza.- Eso te lo responden en la iglesia, ¿no?-



Michael hizo un gesto de impaciencia.



-¡¡No en el mundo, en esta casa!! ¡¿Qué está sucediendo?!-



-Viejo, creo que los niños tienen razón, tanto libro te va a carcomer el cerebro. Mejor baja a desayunar, antes de que Jackie te saque de tu cuarto a rastras como el otro día.- Y tomándolo del hombro, Marlon jaló a su hermano de su trinchera improvisada y lo llevó a las escaleras, pues las habitaciones se hallaban en un segundo piso.



-Anda, baja ya, yo ahora voy.- Agregó, empujándolo suavemente para que bajara. Michael no sabía qué hacer, así que optó por seguirle la corriente y descender; quizá allá abajo decidieran revelarle la broma y acabaría toda esa locura.



Comenzó a bajar las escaleras a paso lento, abstraído mirando a su alrededor. La casa era de clase media alta, de lindo decorado pero sencilla, sin lujos. Había algunos cuadros en la pared del recibidor, pequeños, medianos, de todos tamaños y en todos los rincones de la estancia. Michael se esforzaba por mirarlos pero parecía que aun se hallaba adormilado pues sus ojos no lograban enfocar bien. Dada esta situación, decidió observar el más grande, un cuadro amplio que se hallaba por encima de la chimenea de aquella sala, pero apenas iba a prestarle toda su atención, cuando chocó con alguien.



-Ten cuidado ratón, te vas a matar.-



La voz que escuchó también era conocida, de hecho, era de alguien con quien apenas unos segundos acababa de hablar.



-¿M… Marlon?- Murmuró, mirando a su hermano frente a sí. Se giró para mirar a la parte superior de la escalera y al no ver a nadie, se giró otra vez hacia él.- P… pero, si acabas de irte por allá… - balbuceó, señalando el pasillo del piso superior por el que su hermano se había ido.- ¿Cómo llegaste tan rápido?-



El chico chasqueó la lengua y rió.



-Vamos ratón, yo no soy Marlon.- Michael empezaba a enfadarse y lo miró con un gesto que claramente quería decir “no trates de verme la cara”. El otro chico volvió a decir.- Soy Brandon, ¿Recuerdas?-



Michael dio un respingo. ¡Esa sí que era una broma cruel!



-¡Eso no puede ser posible! Brandon está…-



-¿Qué pasa?- se oyó otra voz en el piso superior. Michael se giró y vio a Marlon, apoyado en el barandal de la escalera.

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